BOLETIN


Advertisement

El desarrollo del becerro en el útero es sensible a la temperatura

por Katelyn Allen, editora asociada de Hoard’s Dairyman


El final de la gestación es un punto crítico durante la preñez, cualquier evento positivo o negativo, puede provocar efectos a largo plazo en el feto después del nacimiento. En los animales lecheros, este último trimestre de preñez, que es crucial para el desarrollo de la plasticidad, coincide con el periodo seco. Mientras que el feto está creciendo exponencialmente, los órganos maduran, sobreviene la diferenciación y se establece la jerarquización celular.

“Todos estos procesos son sensibles a la temperatura”, dijo la profesora Jimena LaPorta de la Universidad de Wisconsin.

Por supuesto, el becerro que está dentro del útero depende de la capacidad de regulación térmica de la madre. La madre, en cambio, depende del productor.

Las investigaciones han demostrado que, si la vaca experimenta temperaturas calurosas y no se enfría lo suficiente, el estrés calórico afecta también al becerro en desarrollo. Durante un seminario en línea de la Universidad Estatal de Iowa, LaPorta describió investigaciones actuales sobre la manera en que el estrés calórico afecta a los becerros en el útero.

En los resultados obtenidos a través de doce experimentos distintos, se observó que los becerros nacidos de madres con estrés calórico nacían, en promedio cinco días antes. Eso significa que tuvieron menos tiempo para terminar ese desarrollo crucial del final de la preñez y que pesarán menos al nacimiento, generalmente cerca de 5 kg menos. Los becerros siguieron siendo más pequeños durante la etapa predestete, consumieron menos sustituto de leche y grano, y la ganancia diaria promedio de peso también fue menor. “A las 6 o 7 semanas de edad, esos animales seguirán siendo más pequeños”, continuó LaPorta.

El grupo de investigadores también encontró que las becerras nacidas de madres con estrés calórico fueron más pequeñas al nacimiento, en longitud corporal, circunferencia de cabeza y altura de la cadera, además, siguieron siendo más pequeñas hasta el año de edad.

También, se vio comprometida la inmunidad innata y adaptativa en estas becerras. LaPorta dijo que la capacidad de absorción de inmunoglobulina G (IgG) se redujo de un 10% a 20%. Se observaron menores niveles de IgG circulante durante la fase predestete. Es decir, en un momento crítico de su vida, estas becerras estuvieron peor preparadas para luchar contra las infecciones y requirieron más tratamientos y asistencia veterinaria.

Capacidad limitada de la ubre

LaPorta, fisióloga especialista en lactancia, profundizó más en el impacto que tiene el estrés calórico durante la última etapa de la gestación, sobre el desarrollo de la glándula mamaria del feto hembra. Un desarrollo óptimo de la ubre es crítico para la capacidad de producción de leche en el futuro.

Las becerras nacidas de madres con estrés calórico tuvieron una ubre más pequeña al nacimiento, con un parénquima más pequeño y menos grasa. También tuvieron menos estructuras de ductos, que formarán los lóbulos necesarios para producción de leche. Además, el estrés calórico produjo menos células mamarias epiteliales en los alveolos y hubo menor expresión de los receptores de estrógeno, particularmente en la pubertad. Eso generará menor proliferación de células mamarias, reduciendo la producción de leche.

Un estudio que revisó 10 años de datos de becerras de 400 vacas con estrés calórico y 400 vacas enfriadas durante el periodo seco, demostró que las hijas de las vacas con estrés calórico produjeron menos leche en cada una de las tres primeras lactancias. Para las que lograron llegar hasta la tercera lactancia, las hijas de vacas con estrés calórico salieron del hato, en promedio, 5 meses antes que sus compañeras. La investigación también encontró que, en general, las hijas de madres con estrés calórico vivieron un año menos que las hijas de madres enfriadas durante el periodo seco.

Los efectos del estrés calórico perduran por varias lactancias. Tomando en cuenta la menor producción de leche, vida productiva y mayor costo de crianza debido a la inmunidad deficiente, el grupo calculó que el estrés calórico de los becerros en el útero le cuesta a la industria lechera 600 millones de dólares. Eso además de los 800 millones que se pierden en producción de leche de las madres que padecen estrés calórico durante el periodo seco.

La profesora recalcó que no se trata de un problema regional. No importa cuántos días calurosos experimente su establo durante el año, el impacto es real. Por lo tanto, si toma medidas para enfriar a sus vacas en el periodo seco, podrá experimentar efectos benéficos en su hato a largo plazo.


PARA TENER LA INFORMACIÓN MÁS ACTUALIZADA, SUSCRIBETE A NUESTRO BOLETÍN, ES GRATIS