El balance negativo de energía que se presenta en las vacas cuando entran en la lactancia, es un proceso natural, ya que el cuerpo debe ajustarse para pasar del periodo seco a la producción de leche. Sin embargo, sabemos que, si ese balance energético negativo persiste demasiado, se presentarán problemas metabólicos como la cetosis.
Los cuerpos cetónicos son una fuente alternativa de energía, por lo tanto, el cuerpo de la vaca comenzará a producir más cuando el animal tenga una mayor necesidad energética. Sin embargo, un exceso de cetonas puede causar una enfermedad que puede manifestarse de forma clínica o subclínica. La cetosis clínica se identifica cuando las vacas reducen su apetito, tienen el clásico aliento con olor a cetonas y pueden llegar a colapsar. En cambio, la cetosis subclínica es más difícil de detectar. A menudo se caracteriza por hígado graso y se estima que alrededor de una cuarta parte de los hatos lecheros en Estados Unidos presentan esa condición, según Michal Lunak, extensionista lechero de la Universidad Estatal de Pensilvania.
“Las vacas obesas son mucho más propensas a la cetosis subclínica, comparado con las que no están sobreacondicionadas”, señaló en un episodio del podcast “Bovine Banter”.
Lunak explicó que la investigación ha estimado que un caso de cetosis subclínica puede costar entre 120 y 300 dólares ($) por vaca. Pero también hay efectos a largo plazo en el cuerpo del animal y en su salud general, que pueden durar el resto de su vida productiva. Otro estudio en un establo de 400 vacas calculó que la cetosis subclínica le costaba al establo entre $4,100 y $6,000 cada año.
Las vacas con cetosis subclínica tienen entre tres y 19 veces más probabilidades de sufrir un desplazamiento de abomaso, y son 7.2 veces más propensas a desarrollar metritis. En general, tienen aproximadamente tres veces más posibilidades de ser retiradas del hato en comparación con las vacas sin cetosis. “Ese es el costo definitivo”, advirtió Lunak.
Detrás del problema
Entonces, ¿cómo sabemos si esta condición subclínica es un problema en nuestro hato? Si ya se ha identificado la cetosis clínica, se pueden utilizar pruebas de sangre, leche u orina en el mismo establo para detectar vacas con cetosis subclínica. Lunak recomendó las pruebas de sangre por ser las más precisas.
Dado que las pruebas pueden ser costosas y llevar tiempo, Lunak sugirió otra manera de evaluar si es necesario investigar más sobre la cetosis en el hato. A partir de los datos de análisis de leche, se puede calcular la relación entre grasa y proteína en la leche de los animales. Normalmente, esta relación oscila entre 1.2 y 1.4. Si el 40% o más del hato tiene una relación superior a 1.4, es posible que se esté enfrentando un problema de cetosis, explicó el experto.
Este cálculo puede realizarse y graficarse en los programas informáticos de manejo del hato, para obtener una vista rápida del estado general de las vacas, agregó Lunak. Si bien no se debe llegar a una conclusión basándose solamente en un indicador, la relación grasa/proteína es un buen punto de partida para determinar si la cetosis podría ser un problema. También se debe analizar el alcance del problema para ver si afecta a todo el hato o solo a un grupo reducido de animales.
Lunak señaló que estos cálculos pueden realizarse con diferentes conjuntos de datos para monitorear tendencias específicas. Se puede analizar por número de lactancia para determinar si las vacas de más edad tienen más problemas con la cetosis, ya que suelen ser más propensas. También se puede hacer por grupo para evaluar si una ración específica está contribuyendo al problema. En última instancia, los problemas de cetosis suelen estar relacionados con la nutrición, el acceso al alimento, el confort de la vaca y el tiempo que pasa fuera del corral.
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