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¿Cuándo morirá el RFV como parámetro de calidad?

por Steve Martin


Cuando compra los ingredientes de la ración, la proteína cruda todavía es el rey. Anteriormente, había un pizarrón con una tabla para presentar el precio de varios productos. Todo, desde las pacas para ganado hasta el alimento de pollos, se describía y etiquetaba de acuerdo a los porcentajes de proteína. Aunque los pizarrones han sido, en su mayoría, reemplazados por medios más modernos de comunicación, utilizar la proteína como la descripción principal de un ingrediente aún es un concepto altamente utilizado.

El otro sitio donde la proteína es importante es en el heno y el forraje.

Escuchar en una cafetería rural la frase “estoy vendiendo varias pacas de heno de pasto al 12% de proteína”, es algo común. O si lo que se siembra en la región es alfalfa, podría escuchar a un agricultor presumir de un segundo corte de heno precioso que dio casi “24% de proteína”.

En el mundo lechero, hemos sido capaces de pasar de la proteína cruda (PC) como descripción de la calidad del forraje, al valor relativo de forraje (VRF o RFV por sus siglas en inglés). Pero ¿en qué año estamos? Sí, estamos en 2022, ha costado mucho dejar atrás el enfoque de RFV que fue la “novedad” en el siglo pasado. Pero aún, en establos que visito, particularmente para la alfalfa, utilizan el RFV y, junto con la PC, es el identificador común de la calidad del heno. Sin embargo ¡podemos mejorar!

El RFV podría ser mejor, pero…

Creo que la razón por la que el RFV tomó el lugar de la PC para describir el heno, fue porque la mayoría de la gente asumió intuitivamente que el RFV era una descripción más amplia y que seguramente incluía proteína en su fórmula. Sin embargo, en realidad no es así.

El RFV solamente considera la fibra detergente ácido (FDA) y la fibra detergente neutro (FDN) del forraje. La fibra más baja significa heno menos maduro en la cosecha con más nutrientes para suministrar en la ración. Por lo tanto, un RFV más alto. Todo esto es en su mayor parte cierto, y en muchos, incluso en la mayoría de los casos, entre más alta sea la RFV del heno también son más altos sus niveles de proteína.

Haciendo una búsqueda rápida en Google para ver hace cuándo se introdujo el RFV en el mundo de la nutrición ganadera, me llevó a una publicación de 2004 que sugería un cambio del tradicional RFV al nuevo y mejorado concepto de Calidad Relativa del Forraje (RFQ). Así que, en 2004, la Universidad Estatal de Dakota del Norte ya estaba intentando convencer a los nutricionistas de que el valor de RFQ era mejor que el RFV y ofrecía información científica para respaldar esa afirmación. Sin embargo, unos 18 años más tarde, todavía hablamos de RFV. La situación es parecida a la de las videocaseteras Beta y VHS, excepto que en esta situación, Betamax (el RFV) fue la tecnología que se mantuvo. El RFQ fue una buena mejora porque incluye tanto proteína como digestibilidad de fibra en la fórmula. Pero nunca se puso de moda, especialmente en el Oeste.

En los años subsecuentes, hemos tenido otras medidas de calidad del forraje como leche por tonelada o por hectárea, que emparejan datos de producción con calidad, para ayudar a escoger los híbridos y el área de cultivo apropiada. Son buenos y la ciencia que los respalda es sólida. Entonces ¿por qué seguimos utilizando el RFV?

Los “cuatro grandes”

Desde mi punto de vista, hay cuatro puntos clave que determinan el valor alimenticio cuando se revisa un reporte de análisis de forraje:

El primero es quitar de en medio el contenido de humedad. Asegurarse de que no está comprando agua a precio de forraje. Ese es el primer paso.

A continuación, vamos a seguir la vieja escuela y revisar la proteína. Más siempre es mejor, a menos que haya nitrato en el forraje, o el forraje se haya calentado y la proteína esté químicamente enlazada.

Tercero, y lo más importante, elegir un número para la digestibilidad. Hay varios que pueden funcionar, pregunte al laboratorio cuál prefieren como su “mejor” medida. Por ejemplo, la digestibilidad en fibra detergente neutro a las 30 horas (FDN30), revelará la digestibilidad de la fracción de FDN a las 30 horas. Otros laboratorios podrían tener una medida de digestibilidad in vitro para describir mejor qué tanto del forraje digerirá el animal.

El cuarto y último punto es el contenido de cenizas. Comprar tierra a precio de forraje es tan malo como comprar agua, o tal vez peor, si está en un ensilado donde puede producir fermentación deficiente y poner en riesgo la salud del animal.

También hay otro problema con los forrajes altos en ceniza. Los forrajes con demasiada ceniza son un gran problema para el proceso de rayos infrarrojos (NIR). No solamente reduce la calidad del alimento, sino que también disminuye la exactitud del análisis de laboratorio. Se recomienda utilizar la química húmeda en lugar de NIR para una muestra alta en ceniza. Le sugiero preguntar a su laboratorio de forraje cómo manejar mejor los forrajes altos en ceniza para asegurarse de que el análisis sea correcto.

Debo añadir que la capacidad de estos cuatro aspectos, para reemplazar al RFV como indicador de calidad, se limita a la elección de qué comprar o qué suministrar en varias situaciones. Cuando su nutricionista introduce el análisis de forraje en el modelo de balanceo de raciones, hay mucho más que estos cuatro parámetros. Ahí es donde un análisis exacto del forraje se transformará en una ración balanceada, tomando en cuenta muchos factores físicos y nutricionales. Para una evaluación rápida cuando va a comprar, poner precio o seleccionar un heno, si lo único que tiene es el RFV, eso es mejor que nada. Evaluar después la RFQ o leche por tonelada, abarcará los cuatro aspectos sugeridos anteriormente, a excepción del contenido de humedad. La presencia de posibles toxinas en el forraje es otro tema que merece atención.

¿Y el ensilado de maíz?

No se olvide que comparar el ensilado de maíz con alfalfa, pasto o forrajes de grano pequeño, es como comparar manzanas con naranjas. Los valores nutricionales del ensilado de maíz están dominados por el almidón contenido en el grano. Evaluar el forraje en el ensilado de maíz junto con el contenido de almidón es la mejor forma de asegurarse que está considerando al ensilado como dos ingredientes en uno. Un error muy común es asumir que la fibra está bien sólo porque el contenido de almidón es alto. El almidón alto puede producir valores bajos de fibra, pero eso no significa que la fibra sea altamente digestible. Tenga en mente que el proceso de analizar el forraje está lejos de ser una ciencia exacta. ¡Lo mejor siempre será agarrar el heno, oler el ensilado y, finalmente, ver lo qué hacen las vacas!

El autor es fundador de DNMCmilk, una compañía que trabaja con productores de leche y criadores de vaquillas, en varias regiones de Estados Unidos y el mundo.


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